9 de diciembre de 2009

> Inflexiones | La enseñanza de la arquitectura en Buenos Aires

Javier Fernández Castro

El objeto de esta intervención es transmitirles nuestra visión sobre  la enseñanza de la arquitectura en Buenos Aires, en una historia que arrancaremos a comienzos de los años setenta y que traeremos hasta hoy. La intención es poner en discusión los proyectos académicos originarios, sus aciertos y fracasos, a la vez de explicitar las perspectivas de transformación que hemos intentando poner en juego, en una gestión que esta culminando. Seguramente algunas de las cosas que diremos resultarán asimilables y replicables en otros contextos, por aquellas coincidencias que da el “espíritu de la época” y otras singulares y específicas, por aquellas particularidades que da el “espíritu del lugar”.
Dado el tiempo disponible deberemos hacer un resumen ajustado de las cuestiones que subjetivamente consideramos centrales, y por lo tanto caeremos en inevitables reduccionismos, los que esperamos sepan disculpar y superar.

ANTECEDENTES

`73.  El mito original y la Escuela de Buenos Aires
Nuestra historia, como toda historia que se pretenda trascendente, tiene un origen mítico. Aquel que nuestra generación no vivió directamente pero que recibió en el relato idealizado de sus maestros. Una arcadia, previa a la tragedia, en que la revolución parecía estar a la vuelta de la esquina. El movimiento estudiantil produjo a inicios de los años setenta, particularmente en la entonces Facultad de Arquitectura de Buenos Aires, un pensamiento transformador, revolucionario diríase entonces, donde los discursos macro de la teoría de la dependencia adquirían una traducción específica en el frente académico y profesional arquitectónico. 
Eran tiempos, cuenta la leyenda, donde eran biblias el encuadre político - cultural de Hernández Arregui, la sociología criolla de Arturo Jauretche, los textos de Paulo Freire y Darcy Ribeiro, en un clima conformado por la extraña mezcla entre un movimiento nacional y un pensamiento marxista apropiado que politizaba las capas medias y por consiguiente el estudiantado, generando aquella primavera de alternativas pedagógicas.
La propuesta de integralidad de enfoque frente a la atomización del conocimiento tradicional, el entender la Universidad como una herramienta que había que ganarle al “sistema” para pasar de ser “instrumento de reproducción” a “creador de conciencia crítica” se conjugó con una cultura proyectual heredada de la anterior transformación, a mediados de los cincuentas, paradojalmente originada en el inverso signo político. La forma triunfante de entender la arquitectura por entonces en Buenos Aires era aquel “partido moderno” síntesis excluyente con la cual posicionarse ante el mundo y la producción proyectual. Si en la vida se tomaba postura, en la arquitectura también. El partido como embanderamiento por la opción correcta, (también lineal y simplista agregaríamos hoy desde la comodidad que nos da la observación a distancia) era un concepto aplicable a toda escala.
Finalmente, ya se sabe el final del mito. El “sistema” no sólo recuperó su herramienta sino que la utilizó para sus peores y mas aberrantes prácticas.

`76. La dictadura y la generación faltante
No vamos a extendernos en las conocidas consecuencias de la reacción. Basta decir que el patio central de nuestra Facultad esta y estará siempre dominado por las imágenes en homenaje permanente a los ciento diez compañeros docentes y estudiantes de arquitectura asesinados y desaparecidos durante la dictadura. Hay un vacío que aun se siente. En nuestra profesión y en nuestros talleres hay una generación faltante, y por consiguiente hay un pensamiento que abortó su desarrollo, que fue negado y escondido durante los años negros por el terror y durante la democracia por el silencio cómplice. Su producto obvio, la descontextualización. El discurso crítico fue reemplazado por un supuesto pensamiento tecnocrático. Fue el reinado de las materias técnicas, mal entendidas como la aplicación de algo ya dado, como el simple ejercicio del instrumento, sin entender su contexto productivo ni su incidencia proyectual. Detalles asépticos para un oficio neutro, adormecido, en definitiva, muerto.
El imperio de la posmodernidad mas frívola, pretendidamente autónoma, de la avidez pornográfica por la novedad, del tráfico de símbolos e imágenes aculturales, fue el correlato proyectual coherente y mediocre del vaciamiento. Se pasó de ser “trabajadores del hábitat” a “decoradores de exteriores” sin solución de continuidad. La revista estudiantil, felizmente llamada “Replanteo” decía sobre el fin de la etapa en su primer número: “no nos dejan ni los cimientos”.

`84. La reconstrucción democrática y la pluralidad infinita.
El reinicio de la etapa democrática, encuentra una sociedad, y por ende una Universidad sumamente condicionadas. El rechazo visceral a la Dictadura se centra en sus expresiones evidentes, sin dejar espacio para analizar o siquiera entrever sus consecuencias profundas. La Facultad se debate entre la tesis del “como decíamos ayer”, una apelación a retomar el mito original sin tomar acabada cuenta de lo que había pasado en el medio; y un proyecto reformista pretendidamente fundacional que confundía condiciones de funcionamiento con fines últimos. Este segundo es el que finalmente hegemonizará los siguientes veinte años.
Las banderas de la democracia (palabra entonces omnipresente), aparecen como un conjunto de reglas de juego compartidas donde tolerancia y pluralidad no son condiciones de nueva producción sino fines en sí mismos. El autismo, figura patológica que encuadra perfectamente en el período, convierte a la Facultad en una isla autocomplaciente que no produce ni “para” ni “con” la sociedad que le da sustento. 
Morigerando esta ácida y personal lectura, es cierto que la producción se vuelve a cualificar con el regreso de los maestros. La masividad del ingreso, bandera irrenunciable, permite a la vez un producido inédito en el que se reflejan diversas corrientes de pensamiento que conviven en paralelo. Llegan a existir en los primeros años de democracia cuarenta y cinco talleres de arquitectura en Buenos Aires. Esto, obviamente, no significa que hayan existido cuarenta y cinco líneas de pensamiento diferentes, pero si refleja ese espíritu de pluralidad ilimitada.
Un componente ineludible de este período, su contribución mas fundante, fue la incorporación de cinco nuevas carreras a la Facultad. En un contexto de profunda crisis profesional y productiva, la decisión de validar nuevos campos de conocimiento proyectual significó una estrategia de reposicionamiento y profunda redefinición de la vieja Facultad. Diseño Industrial, Gráfico, de Indumentaria y Textil, de Imagen y Sonido, y del Paisaje (en orden cronológico) se incorporaron a la institución diversificándola. Algún personaje se ilusionó entonces con una “Bauhaus del Plata”, obviando en su imagen además de las diferencias contextuales, otras cuantitativas: nuestros veinte mil estudiantes. Desajustes pedagógicos que se resolvieron (y se siguen resolviendo) sobre la marcha. La extrapolación de modelos, esto es algo que sabemos de sobra, puede llevar a groseras confusiones.
Fueron estos también los años de discusión identitaria y regional en arquitectura, de los primeros Seminarios de Arquitectura Latinoamericana. Las discusiones acerca de “lo propio y lo ajeno”, revisita de aquel “centro y periferia” de los setenta, se planteaba como un discurso omnicomprensivo y alternativo frente a la arquitectura internacional. Se trataba de buscar un lugar en el mundo, antes de que nos enteráramos siquiera de la existencia de algo llamado Mundo Global (traducción y complejización a los noventa del vocablo “Imperio” de los setenta). La distinción que hacíamos los militantes estudiantiles de entonces (entre los que me contaba, para que de paso vayan calculando edades) respecto de esta Facultad recuperada era sobre su condición. “De masas” decían unos vinculándola en vano esfuerzo con el mito originario de formación de conciencia crítica; o “masiva” decían otros, cuantitativa pero no cualitativa. No faltaba algún irónico que terciara en nuestras sesudas discusiones aportando una tercera opción la del “mas IVA”, o sea impuesto incluido.
La profunda penetración del discurso único y el pensamiento neoliberal, irán desnaturalizando paulatina y sostenidamente la ilusión refundacional. Aquello que se había planteado ingenuamente como una nueva victoria sobre el viejo régimen, sorprende una institución inerme y muda frente a la dialéctica global - local, la notoria irrupción de nuevos paradigmas urbanos y arquitectónicos, la creciente dualidad de nuestras ciudades, temas todos ausentes de la preocupación insular.
En las consecuencias de esta nueva crisis, que en el año 2001 devolvió de su sueño aún a los más dormidos, estamos inmersos. ¿Cómo capitalizar positivamente estas experiencias y tradiciones? ¿Cómo reencauzar nuestras prácticas teniendo en cuenta estas inercias? He ahí el dilema de la hora.

`06 / `10 ¿Y ahora qué?
En el año 2006 iniciamos una nueva gestión de la cual circunstancialmente soy parte activa. Se presenta también con ella un panorama de recambio generacional. Si bien vale la pena aclarar que personalmente descreo bastante de la cuestión de las generaciones (es bastante incierto y fácilmente refutable que si algunos personajes han nacido mas o menos a un tiempo necesariamente deban compartir ideas y objetivos) es cierto también que hay una cierta conciencia común por pertenecer a la primera generación que surge de la Facultad del `84, que cursamos completamente en democracia. Podemos definirnos como un grupo bastante ecléctico; aquel que ha visto suceder durante su formación un acelerado reemplazo de “ismos” que ha debido adaptarse a cambiantes situaciones de producción con innumerables e imaginativas estrategias de supervivencia, que carga con los mandatos paternos de concretar la revolución inconclusa, y que obviamente (aún habiendo superado levemente los “treinta y diez”) nos encuentra con unos cuantos Edipos no resueltos.
Existe una profunda voluntad de reconstruir un discurso, de volver a unificar teoría y práctica; de transitar aquella coherencia que nos fue tantas veces enseñada y pocas veces verificada. Esto nos obliga a intentar sumarle a la academia algo de política, en el mejor y más profundo sentido de la palabra.
Obviamente hay condiciones y posibilidades, como en todo proyecto. A las necesidades locales de transformación se superponen los parámetros globales de adecuación. El Mercosur, los indicadores de la Unión Europea, acreditación versus autonomía, las responsabilidades civiles, todas cuestiones que intentan imponer una agenda muchas veces contradictoria con los objetivos imaginados.
Pasaré entonces a comentarles algunas acciones que estamos llevando a cabo, para compartir con Ustedes la discusión.




PROPUESTAS

Organización del Conocimiento. Objetos y miradas
La manera cómo estructuramos la oferta académica, en definitiva como organizamos el conocimiento, es un tema sustancial. Esta organización no tiene sólo consecuencias burocrático - administrativas, es ante todo el marco referente del proceso de aprendizaje.
Heredamos una organización fragmentada: entre carreras, entre áreas de una misma carrera, entre enfoques que cada cátedra le da a esas áreas de carrera, y así sucesivamente. El estudiante recibe entonces un discurso esquizofrénico sin instancias donde poder verificar sinergias e integraciones. La división existente debe combatirse con progresivas estrategias de articulación, tendientes a superarla.
No partimos de cero. Debemos ser concientes que una nueva propuesta no puede diferir diametralmente de la preexistente. No podemos construir una reformulación total sin contar con una masa crítica docente capaz de afrontar nuevos enfoques aun no construidos. Sería una actitud vanguardista y lo que es mas grave suicida. Debemos reconocer en cambio un juego de inercias condicionantes sobre y a partir de las cuales producir las transformaciones.
Quizás influenciados por nuestro omnipresente edificio, con su hormigón estructural grillado regularmente, la Facultad nos trame la mirada, y aparezca como propuesta la siguiente organización grillada.
Existen en la FADU seis Carreras, que organizan saberes y cobran especificidad según las distintas componentes del Habitar en los que se focalizan: la ciudad, la arquitectura, los objetos industriales, la indumentaria y el textil, la comunicación gráfica, el paisaje, las imágenes y sonidos. Las Áreas en cambio representan miradas o posiciones frente a esos objetos de estudio: el proyecto como prefiguración transformadora, la tecnología como posibilidad de concreción, la historia y crítica como necesaria contextualización, la morfología y comunicación como exploración de sus configuraciones y significados, la gestión como estrategia de inserción en los circuitos socio – productivos.
Esta red que configura el aprendizaje de nuestras disciplinas, desde la focalización en una serie de productos o desde las intenciones que toman las miradas sobre ellos, requieren un abordaje multireferencial, presente tanto en el ejercicio del aprendizaje como en las propias prácticas concretas. Esta multireferencia requiere en sus procesos de enseñanza combinar instancias de conjunción y de especificación, en un elaborado equilibrio que resguarde y potencie ambos tiempos. Las distintas maneras de producir estas articulaciones redefinen y justifican la existencia de las diversas cátedras en tanto enfoques o posicionamientos, cuerpos de ideas frente a la construcción de estas complejas realidades.
El taller sigue representando un espacio productivo, capaz de aunar conceptos y concreciones, presentándose como una modalidad pedagógica constitutiva y esencial de nuestras carreras.
Creemos que los contenidos de la enseñanza y su organización deben ser la posibilidad y consecuencia de estas características que nos son propias, evitando extrapolar paradigmas pedagógicos cientificistas o tecnocráticos.
Especificando la carrera de Arquitectura, que es el motivo central de esta ponencia, podemos compartir algunas situaciones en las que seguramente nos vamos a identificar, planteos de falsas contradicciones que debemos superar.


Proyecto
Los talleres de proyecto mantienen una aparente contradicción entre método y objeto. ¿Qué debe hacer un taller de proyecto? ¿Centrarse en la prefiguración de objetos específicos o enseñar un método, algunas destrezas extrapolables? Tenemos de los unos y de los otros, pero pocos intentan la síntesis. A veces nos vemos enfrascados en batallas que no sabemos muy bien quién las inició, pero que como buenos herederos, la genética nos hace asumir fervorosamente. El área de proyecto debe básicamente capacitar en la formulación de proposiciones transformadoras. Si algo define el proyecto es su voluntad de anticipar lo que aun no es. Esta capacidad deberá basarse en la explicitación de una metodología o caminos de búsqueda y exploración, los cuales deberán necesaria y complementariamente demostrar su eficacia en la definición de sus productos.

Morfología y Comunicación
¿Hay que enseñar a manejar herramientas de prefiguración o a entender los significados de la arquitectura? Otra falsa polaridad, como si nuevamente ambos términos fueran divergentes. ¿Es posible producir un dibujo o cualquier herramienta de prefiguración sin tener conciencia de los sentidos que su sistemática conlleva? ¿Puede existir un manejo conciente del procedimiento proyectual sin entender la incidencia que en el ejercen los sistemas de prefiguración? Obviamente no. El área debe ser entonces exploración y construcción indisoluble acerca de los significados y de las herramientas de producción del proyecto.

Historia y Crítica
¿Qué implica abordar la historia y la crítica en la arquitectura? ¿Es hacer la crónica descriptiva de edificios o entender cuáles son las condicionantes y posibilidades del contexto histórico que ha dado como resultado esos edificios y ciudades? Nuevamente complementar, integrar ambos enfoques es el desafío. Ser capaces de leer producciones preexistentes y contextualizarlas culturalmente.

Tecnología
El área de tecnología es quizás quien mas acuse estas falsas dicotomías. Predomina en ella una errónea autodefinición como acumulación de detalles, con muy poca conciencia de su capacidad de materialización, de su interrelación con el proyecto en la definición de su concreción. Pocos trabajan los materiales, existen muchos entusiastas del cálculo aislado de la forma que produce, faltan aplicaciones a nuevas configuraciones y consistencias. La discusión sobre la tecnología como concreción, como conciencia del sistema económico y productivo en el cual se inserta, como posibilidad de materialización, esta ausente verificando contadas y auspiciosas excepciones.

Urbanismo
El urbanismo también arrastra discusiones equívocas entre instancias de lectura y de propuesta. ¿A que se debe dedicar el urbanismo? ¿A hacer los diagnósticos, a definir los planes, los grandes enunciados, o a proponer concreciones factibles? Discusiones entre planeamiento y proyecto urbano, ya ampliamente superadas, que todavía se empecinan en rondarnos. El área de urbanismo deberá generar conciencia de la inserción socio - espacial de la producción, la complejidad del entorno al cual se pretende transformar, aunando lectura con ineludible actitud propositiva.

Gestión
Un último abordaje que está aún en ciernes es el área de Gestión Productiva. En nuestro tiempo, debemos tener necesaria conciencia del sistema socio – económico del cual somos actores concurrentes, las modalidades de asociación que participan del hecho productivo, el desarrollo de instrumentos posibilitantes del hecho arquitectónico, que suelen estar ausentes de nuestros programas.




Foro académico

Durante todo el 2006 hemos estado desarrollando lo que consideramos la herramienta propositiva básica de una nueva Facultad. Nos ha servido para diagnosticar el estado de situación, plantear debates y posicionamientos, explicitar consensos y disensos, además de instalar un estado de opinión  acerca de la necesaria ejecución de medidas transformadoras. Se trata del Foro Académico.
Han existido varios intentos de cambio en los planes de estudio en los últimos años, y siempre se han sentido desde la comunidad universitaria como un documento “bajado” desde las autoridades. Esto ha derivado en inevitables rechazos más allá de la bondad o maldad de sus documentos. La cuestión inevitablemente caía en “¿eso quién lo elaboró?”, “¿porqué no me enteré?”,  “¿qué propósitos ocultos tiene?”, “¿por qué precisamente ahora?” y toda otra  sospecha que puedan imaginar.
Fue necesario entonces idear un instrumento que convocara la participación generalizada, romper con esa historia de desconfianza y abrir el juego para conocer cuál era realmente el estado de la cuestión. 
El foro académico comenzó con una serie de conferencias de apertura. Seis reconocidos personajes con sobrados antecedentes abrieron las actividades, generando la instalación de la temática, tras tres décadas de ausencia de discusión abierta. De estos aportes inaugurales, rescatamos especialmente para comprender el nuevo encuadre general las disertaciones de Roberto Doberti “La Cuarta Posición”; Norberto Cháves “La cultura proyectual. Entre el academicismo estéril y el pragmatismo tóxico” y Arnoldo Rivkin “Fabrica Ratiocinatio”.
Pasado este primer momento se plantearon los talleres abiertos organizados por carreras y por áreas, siguiendo el encuadre antes descrito. De esta manera se logró que actores de diversas áreas discutieran por primera vez una visión general de las carreras, a la vez que actores de distintas carreras compartieran la construcción y fortalecimiento de sus áreas específicas. Cada taller de área y carrera tuvo tres jornadas, centrada cada una en un eje de discusión (inserción social del conocimiento, actualización y producción de contenidos, estructura y organización curricular), totalizando un total de treinta y tres talleres, por los que circularon mas de tres mil docentes y estudiantes, en una construcción colectiva inédita en los últimos años. Los documentos allí generados sumados a otros acercados al foro virtual reúnen un producto consistente en más de cien documentos generales y específicos, procesados y difundidos entre toda la comunidad académica.
Existen como producto una serie de documentos finales, síntesis de cada carrera y área, los cuales definen una serie de recomendaciones al Consejo Directivo y al equipo de gobierno, responsables últimos de su traducción en norma y ejecución. Esta mediación es indispensable. Debemos distinguir la herramienta de participación que formula los lineamientos, de la instancia de gobierno que les confiere el formato final. La redacción de las resoluciones no surge de la asamblea, esto es inviable. El  foro es el que ha planteado un escenario político para exigir el cumplimiento de lo consensuado.
Luego de analizar los primeros resultados de este proceso, una primera conclusión sobre la que viene trabajando el conjunto podría sintetizarse en que las transformaciones reales no pasan por modificar las grandes estructuras desde cero, sino por ir generando y habilitando nuevos espacios alternativos allí donde se ha verificado su necesidad, donde existe el deseo consensuado de llevarlos adelante.
En eso estamos y seguiremos estando. Esperemos poder estar a la altura de las circunstancias.